La opinión pública se ha hecho eco de este problema recientemente por el hallazgo de dioxinas en piensos, carne y huevos en granjas alemanas. La sustancia protagonista es un veneno viejo y conocido. Pero, ¿qué son las dioxinas?
Las dioxinas son fundamentalmente subproductos de procesos industriales, pero que también pueden producirse en procesos naturales como las erupciones volcánicas y los incendios forestales. Las dioxinas son subproductos no deseados de numerosos procesos de fabricación tales como la fundición, el blanqueo de la pasta de papel con cloro o la fabricación de algunos herbicidas y plaguicidas. En cuanto a la liberación de dioxinas al medio ambiente, la incineración descontrolada de desechos sólidos suele ser la causa más grave, dado que la combustión es incompleta.
Las dioxinas son uno de los peores tóxicos fabricados por el hombre
La explicación oficial es que lo ocurrido en Alemania es un fraude aislado. Los fiscales investigan si la compañía Harles and Jentzsch distribuyó grasas industriales a los fabricantes de piensos que no eran aptas para el uso alimenticio.
Pero la opinión de expertos en nutrición y de toxicólogos es que no se trata de la acción puntual de algunos piratas, sino de un mal generalizado. Lo cierto es que la presencia de contaminantes químicos en la comida es un asunto prioritario para la UE, que apoya el trabajo de un grupo de investigación denominado CASCADE. Éste agrupa a 200 científicos de nueve países que estudian desde 2004 la presencia de tóxicos en los alimentos.
Uno de sus principales objetos de escrutinio son los llamados contaminantes orgánicos persistentes (COP), entre los que se encuentran las dioxinas. Los COP son sustancias fabricadas por el hombre con un largo ciclo de vida. A su potencial tóxico unen dos propiedades que las hacen más dañinas: no se descomponen y tampoco se eliminan del cuerpo. Es el efecto bioacumulativo: cuanto mayor es una persona más crece su exposición a los COP. Como además se acumulan en las grasas, la dosis crece en función de la grasa ingerida.
Hasta ahora, la industria ha lanzado moléculas sin tener que dar explicaciones y sin estudiar sus efectos en la naturaleza y en la salud. De hecho, nadie sabe cuántas sustancias químicas diseñadas por el hombre circulan. Hasta tal punto es así que hace sólo tres años que la UE puso en marcha una directiva llamada REACH para controlar los productos químicos que se fabrican en la UE. La fase preliminar acaba de terminar y ha dado una lista de 140.000 moléculas.
Y ¿qué podemos hacer nosotros? Los expertos sugieren varias vías: comprar productos frescos, productos con el menor envase posible y consumir alimentos con certificado bio y eco con estándares de producción avalados por controles oficiales que nos aseguran que la química artificial no ha estado alejada del proceso.
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