Desgraciadamente esta es, en pocas palabras, la conclusión del Informe sobre el Estado Global del Clima 2020 presentado recientemente por la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
La combinación de los fenómenos meteorológicos extremos y la pandemia de coronavirus COVID‑19 ha supuesto un empeoramiento en la calidad de vida para miles de millones de personas en 2020.
Ni siquiera la desaceleración de la economía relacionada con esta pandemia ha logrado frenar el cambio climático ni la aceleración de sus impactos.
El pasado 2020 fue uno de los 3 años más cálidos de los que se tiene constancia, a pesar del fenómeno de enfriamiento de La Niña. La temperatura media mundial fue de aproximadamente 1,2 °C superior a los niveles preindustriales (1850‑1900).
Los años que han transcurrido desde 2015 son los más cálidos de los que tenemos constancia, siendo la década de 2011 a 2020 la más cálida jamás registrada
La información de este estudio está agrupada según unos indicadores climáticos fundamentales y se analiza una serie de impactos conexos que están poniendo de relieve el avance constante e implacable del cambio climático, el aumento de la incidencia y la intensificación de los fenómenos extremos, y los graves daños y pérdidas que nos afectan a todos.
Tras una lectura detenida se aprecia que esta tendencia de agravamiento del cambio climático va a continuar durante las próximas décadas, independientemente de los resultados favorables que obtengamos de las medidas de mitigación. Por lo tanto, es importante invertir en la adaptación contra el cambio climático.
Vamos a repasar los principales indicadores del sistema climático recogidos en este informe sobre el estado del clima mundial 2020:
Gases de efecto invernadero
Las concentraciones de los principales gases de efecto invernadero (GEI) siguieron aumentando en 2019 y 2020.
El promedio mundial de concentración de CO2 ya ha superado las 410 ppm, y si se mantiene la tendencia de la concentración de CO2 de los años anteriores, podría alcanzar o superar las 414 ppm en 2021.
El PNUMA señala que la desaceleración de la economía redujo temporalmente las nuevas emisiones de gases de efecto invernadero, pero no tuvo un impacto tangible en las concentraciones atmosféricas.
Océanos
Los mares y océanos absorben hasta un 23% de las emisiones anuales de CO2 de origen antropogénico en la atmósfera y actúan como un amortiguador del cambio climático.
Sin embargo, el CO2 reacciona con el agua de mar y disminuye su pH, lo que da lugar a la acidificación de los océanos. Esto, a su vez, reduce la capacidad de los océanos para absorber CO2 de la atmósfera.
La acidificación y la desoxigenación de los océanos han seguido produciéndose, lo que ha incidido en los ecosistemas, la vida marina y la pesca
Los océanos también absorben más del 90% del exceso de calor generado por las actividades humanas.
En 2019 el contenido calorífico de los océanos alcanzó su nivel más alto, y es probable que esta tendencia se haya mantenido en 2020.
En más del 80% del océano se produjo, al menos, una ola de calor marina en 2020. El porcentaje del océano en el que se registraron olas de calor marinas fuertes fue superior al correspondiente a las olas de calor marinas moderadas.
Se ha observado un aumento del nivel medio del mar a escala mundial en todo el registro de altímetros de satélite. Sin embargo, recientemente el nivel medio del mar ha aumentado a un ritmo más rápido debido, en parte, al mayor derretimiento de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida.
Criosfera
Desde mediados de los años ochenta, las temperaturas del aire en superficie del Ártico se han elevado, al menos, 2 veces más rápido que la media mundial.
Esta situación podría tener importantes consecuencias no solo para los ecosistemas del Ártico, sino también para el clima mundial debido a diversos circuitos de retroalimentación, por ejemplo, las emisiones de metano a la atmósfera causadas por el deshielo del permafrost.
La capa de hielo de Groenlandia continuó perdiendo masa. Si bien el balance de masa superficial se acercó a la media a largo plazo, la pérdida de hielo debida a desprendimientos de témpanos se situó en el extremo superior del registro satelital de 40 años.
La extensión de hielo marino en la Antártida se mantuvo cerca de la media a largo plazo. No obstante, el manto de hielo antártico ha mostrado una fuerte tendencia a la pérdida de masa desde fines de los años noventa.
Crecidas y sequías
En 2020 se produjeron lluvias intensas e importantes inundaciones en grandes zonas de África y Asia.
Las fuertes lluvias e inundaciones afectaron a la mayor parte del Sahel y del Gran Cuerno de África y provocaron una invasión de langostas del desierto.
En el subcontinente indio y las zonas vecinas, China, Corea, Japón y algunas zonas de Asia Suroriental, también se registraron precipitaciones inusualmente elevadas en diferentes momentos del año.
En 2020, una grave sequía azotó numerosas partes del interior de América del Sur, donde las zonas más afectadas fueron el norte de Argentina, Paraguay y las zonas fronterizas occidentales de Brasil.
La sequía prolongada persistió en algunas partes del sur de África, especialmente en Sudáfrica. Sin embargo, las lluvias invernales contribuyeron a la constante recuperación de la situación de sequía extrema que alcanzó su nivel máximo en 2018.
Calor e incendios
En una amplia región del Ártico siberiano, las temperaturas en 2020 superaron la media en más de 3°C, y se registró una temperatura récord de 38°C. Asimismo, se produjeron grandes y prolongados incendios forestales.
En Estados Unidos, los más grandes incendios jamás registrados se desataron a finales del verano y en otoño. La sequía generalizada contribuyó a los incendios, y el período de julio a septiembre fue el más caluroso y seco observado en el suroeste.
En el Caribe se produjeron importantes olas de calor en abril y septiembre. En Cuba, se marcó un nuevo récord nacional de temperatura, así como en República Dominicana, Granada y Puerto Rico.
Australia batió récords de calor a principios de 2020, con la temperatura más alta observada en un área metropolitana australiana.
El verano fue muy caluroso en algunas partes de Asia oriental, como fue el caso de récord de temperaturas en Japón.
Una serie de sequías y olas de calor azotaron Europa durante el verano de 2020, aunque, en general, no fueron tan intensas como las de 2018 y 2019.
En el Mediterráneo oriental, se superaron récords históricos en Israel, al igual que en Kuwait y en Irak.
Ciclones tropicales
La temporada de huracanes del Atlántico Norte de 2020, en la que se produjeron 30 tormentas con nombre, lo que supuso un nuevo récord.
En Estados Unidos, se registró un récord de 12 llegadas a tierra, alcanzando el huracán Laura una intensidad de categoría 4, lo que provocó importantes daños y pérdidas económicas.
La última tormenta de la temporada, Iota, fue también la más intensa y alcanzó la categoría 5 antes de llegar a tierra en América Central.
El ciclón Amphan, que tocó tierra en la frontera entre la India y Bangladesh, fue el ciclón tropical que más costos entrañó en el océano Índico septentrional desde que se iniciaron los registros.
El ciclón tropical más intenso de la temporada fue el tifón Goni (Rolly). Atravesó Filipinas y cuando llegó a tierra fue una de las llegadas a tierra más intensas jamás registradas.
También el ciclón tropical Harold causó un impacto considerable en las islas septentrionales de Vanuatu, Fiji, Tonga y las Islas Salomón.
En Europa, la tormenta Alex generó fuertes vientos y lluvias extremas en Francia y Reino Unido.
Otras tormentas violentas que cabe mencionar son las tempestades de granizo que ocurrieron en Calgary (Canadá), y en Trípoli (Libia).
Consecuencias de COVID‑19
Más de 50 millones de personas se vieron doblemente afectadas en 2020 por los desastres relacionados con el clima (crecidas, sequías y tormentas) y por la pandemia de COVID‑19.
Esta situación ha agravado la inseguridad alimentaria y ha sumado otra dimensión de riesgo a las operaciones de evacuación, recuperación y socorro vinculadas con fenómenos de efectos devastadores.
El ciclón Harold, que azotó el Pacífico Sur, provocó aproximadamente 100.000 desplazamientos.
Las cuarentenas y los confinamientos establecidos a causa de la COVID‑19 obstaculizaron las operaciones de respuesta y recuperación, lo cual demoró el suministro de equipos y asistencia.
En Filipinas, aunque se evacuó preventivamente a más de 180.000 personas antes de que pasase el ciclón tropical Vongfong (Ambo), la necesidad de medidas de distanciamiento social obligó a transportar a los residentes en números reducidos y la capacidad de los centros de evacuación debió reducirse a la mitad.
En el norte de América Central, alrededor de 5,3 millones de personas necesitaron asistencia humanitaria, entre otras 560.000 desplazados internos antes del comienzo de la pandemia. Por lo tanto, las respuestas a los huracanes Eta e Iota se llevaron a cabo en un contexto de complejas vulnerabilidades interrelacionadas.
Inseguridad alimentaria
Tras decenios de disminución, la inseguridad alimentaria viene aumentando desde 2014 como consecuencia de los conflictos y la desaceleración de la economía, así como de la variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos.
En 2019, casi 690 millones de personas, es decir, el 9% de la población mundial estaba subalimentada y casi el 10% sufrió altos niveles de inseguridad alimentaria.
Los efectos de la pandemia de COVID‑19 perjudicaron a los sistemas agrícolas y alimentarios, lo que se tradujo en una inversión de las trayectorias de desarrollo y un retraso del crecimiento económico.
En 2020, la pandemia afectó en forma directa a la oferta y la demanda de alimentos, lo que ocasionó perturbaciones en las cadenas de suministro locales, nacionales y mundiales, y puso en riesgo el acceso a los insumos, recursos y servicios agrícolas necesarios para respaldar la productividad agrícola y velar por la seguridad alimentaria.
De acuerdo con la FAO, las restricciones de circulación, agravadas por los desastres relacionados con el clima, representaron desafíos considerables para la gestión de la inseguridad alimentaria en todo el mundo.
Desplazamientos
Durante el último decenio (2010‑2019), se estima que los fenómenos meteorológicos provocaron, en promedio, 23,1 millones de desplazamientos de personas por año, la mayoría de los cuales se produjeron dentro de las fronteras nacionales.
Durante el primer semestre de 2020 se registraron alrededor de 9,8 millones de desplazamientos, que obedecieron, en gran parte, a peligros y desastres meteorológicos y ocurrieron principalmente en el sur y sureste de Asia y en el Cuerno de África.
Se prevé que, con los acontecimientos que tuvieron lugar durante el segundo semestre del año, incluidos los desplazamientos vinculados a las inundaciones en la región del Sahel, la activa temporada de huracanes del Atlántico y los impactos de los tifones en Asia suroriental, el total del año se acercará a la media de la década.
Numerosas situaciones de desplazamiento provocadas por fenómenos meteorológicos han pasado a ser desplazamientos prolongados para muchas personas.
Enseñanzas y oportunidades para reforzar la acción climática
Si bien la actual recesión mundial causada por COVID‑19 podría dificultar la adopción de las políticas necesarias para la mitigación, también ofrece la oportunidad de conducir a la economía por un camino más verde impulsando la inversión en infraestructura ecológica y resiliente, y así, favorecer el producto interior bruto (PIB) y el empleo durante la fase de recuperación.
Las políticas de adaptación destinadas a fortalecer la resiliencia al cambio climático, como las inversiones en infraestructura resistente a los desastres y en sistemas de alerta temprana, la distribución del riesgo mediante los mercados financieros y la creación de redes de protección social, pueden limitar el impacto de las conmociones relacionadas con el tiempo y ayudar a acelerar la recuperación de la economía.
Finamente indicar que este informe demuestra que no tenemos tiempo que perder. El clima está cambiando, y los impactos son evidentes y muy perjudiciales para las personas, por lo que es indispensable adoptar medidas desde ahora mismo, principalmente las orientadas a reducir de forma drásticas las emisiones de carbono.
Y tu, ¿estás decidido a pasar a la acción o esperas a que otros te solucionen el problema?