Si eres lector de ecointeligencia no tendrás dudas con la respuesta: SI. Vamos a ver cómo se estableció esta conexión.
El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático ha sido concedido en su XVI edición a 5 investigadores europeos que comprobaron, mediante la exploración pionera del hielo polar, el vínculo fundamental entre las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) y el aumento de la temperatura atmosférica en todo el Planeta a lo largo de los últimos 800.000 años.
Las contribuciones de la danesa Dorthe Dahl-Jensen (Universidad de Copenhague), los franceses Jean Jouzel y Valérie Masson-Delmotte (Laboratorio de Ciencias del Clima y del Medioambiente de París), y los suizos Jakob Schwander y Thomas Stocker (Universidad de Berna) han demostrado que los registros procedentes de los depósitos de hielo más gruesos y antiguos de la Tierra, situados en la Antártida y Groenlandia, muestran que los cambios en las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero van acompañados de cambios sistemáticos en la temperatura del aire en todo el Planeta.
Las contribuciones de estos investigadores se centran en el estudio de las capas de hielo, determinando que el CO2 y la temperatura están estrechamente vinculados y que las concentraciones de gases de efecto invernadero presentes hoy en la atmósfera no tienen ningún precedente en los últimos 800.000 años, lo que tiene implicaciones profundas para la evolución de nuestro Planeta en las próximas décadas y siglos.
La nieve, a partir de la cual se forman los hielos polares, captura, a medida que se va acumulando, el aire que hay a su alrededor. Este aire queda atrapado dentro de burbujas en el hielo. Y esas burbujas son como un libro sobre las condiciones atmosféricas a lo largo del tiempo, que hay que descifrar en términos de su composición y significado.
Así, la principal contribución de los galardonados es evidenciar que la actual concentración de gases de efecto invernadero (GEI) se sale de escala y que, por lo tanto, no hay precedentes y estamos viviendo un experimento cuyo resultado es una incógnita que amenaza al ser humano, no a la naturaleza, que siempre se ha adaptado.
Las investigaciones han estado centradas en el análisis de los testigos de hielo, que son unas muestras cilíndricas que se obtienen mediante la perforación del sustrato a diferentes profundidades
Desde los años 60 del siglo pasado existían modelos climáticos basados en la física que mostraban que un aumento en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera produciría un incremento de temperatura. Sin embargo, para validar esta conclusión faltaban datos concretos sobre la composición de la atmósfera a lo largo de la historia.
El análisis de Jean Jouzel de un testigo de hielo antártico procedente de la base de Vostok, publicado en Nature en 1987, constituyó esa comprobación definitiva.
Aunque para entonces ya existían trabajos basados en testigos de hielo, ninguno alcanzaba una época anterior a la última glaciación, que comenzó hace 110.000 años.
Pero los científicos soviéticos que trabajaban en Vostok pudieron perforar a más de 2.000 metros de espesor de hielo y obtuvieron así muestras de hasta 160.000 años de antigüedad, es decir, que llegaban al periodo interglacial previo a la última glaciación. Jouzel y su colega Claude Lorius, fallecido en 2023, pudieron acceder a estas muestras gracias a los contactos de este último con los científicos de Vostok, y fue así como comprobaron que existía una relación muy estrecha entre los cambios en el ciclo de carbono, la composición de la atmósfera y el clima, tres factores clave en la dinámica de los ciclos glaciales-interglaciales.
Una década después de la publicación de aquel estudio en Nature, Valérie Masson-Delmotte ahondó en el trabajo de Jouzel y amplió su análisis a testigos de hielo procedentes de Groenlandia.
Sus conclusiones coincidían con las que Jouzel había obtenido en el otro extremo del Planeta, volviéndolas mucho más robustas. Desde entonces, Masson-Delmotte y Jouzel, así como los demás premiados, han investigado para refinar aún más el estudio de climas pasados y conocer su evolución a lo largo de cientos de miles de años.
Además de modelizar los climas pasados a partir de los testigos de hielo, Masson-Delmotte ha combinado esta información con muchos otros aspectos de la ciencia climática para predecir qué le sucederá a la Antártida en 2070 ante diferentes escenarios de calentamiento.
Se ha demostrado que, si el calentamiento global se limita a niveles cercanos a los de hoy, se podrían evitar cambios importantes para esa región. Sin embargo, con niveles más elevados de calentamiento, se producirían cambios potencialmente irreversibles.
Una implicación clave de este calentamiento sería el aumento del nivel del mar, que ya se ha elevado en 20 centímetros desde 1900 y cuya expansión se acelera desde los años 90, estando abocados a una subida de 50 centímetros para 2100 si el calentamiento se limita a niveles bajos, o de más de un metro si se producen grandes emisiones de gases invernadero.
Estos aumentos afectarán a mil millones de personas en 2050 y tendrán múltiples consecuencias directas para las costas
Las contribuciones de Dorthe Dahl-Jensen se han centrado fundamentalmente en la reconstrucción del clima del pasado a partir del estudio de testigos de hielo en Groenlandia, tal y como plasmó en un estudio publicado en 1998 por la revista Science.
Su investigación ha comprobado que en el pasado hubo aumentos de temperatura durante periodos de mayor influjo solar, que a su vez aumentaron el CO2 mediante un mecanismo de retroalimentación positiva.
Sabemos que cuando la temperatura aumenta, el océano se calienta y libera CO2 a la atmósfera. Posteriormente el incremento de CO2 hace que la temperatura aumente aún más, lo que a su vez hace que la concentración de CO2 se eleve. Y de esa manera se producen los calentamientos observados en el clima del pasado.
Las investigaciones de Dahl-Jensen han comprobado que las concentraciones de gases de efecto invernadero jamás alcanzaron los niveles de hoy
Por ello, a Dahl-Jensen le preocupan mucho los impactos potenciales del actual calentamiento global provocado por la actividad humana, algunos de los cuales probablemente sean ya imparables.
De hecho, la investigadora danesa considera que ya se han sobrepasado algunos puntos de no retorno (tipping points), como la inevitable desintegración de grandes plataformas de hielo en la Antártida que ya se está produciendo.
Dahl-Jensen señala también que, en base a los resultados de sus investigaciones sobre algunos cambios abruptos en el clima del pasado, existe el riesgo de que la inyección de agua dulce en el océano, debido al deshielo, pueda provocar una disrupción de las corrientes oceánicas que mantienen una temperatura relativamente cálida en Europa durante los meses de invierno.
Todas estas investigaciones no habrían sido posibles sin la tecnología necesaria para obtener los testigos de hielo, y Jakob Schwander ha sido un gran innovador en este aspecto, desarrollando, mejorando y creando nuevos dispositivos para llegar a capas más profundas de hielo prístino.
Gracias a sus invenciones, Schwander pudo analizar las burbujas de aire atrapadas en la capa de nieve compacta a más 70 metros de profundidad, que permanece invierno tras invierno y que se sitúa encima del hielo glaciar, donde se concentra un 25% de aire.
En 1984 publicó un estudio en Nature que concluyó que la edad del aire atrapado en el hielo es significativamente menor que la del hielo que lo rodea.
Hace poco más de una década, Schwander comenzó a desarrollar la perforadora de hielo más pequeña del mundo, su dispositivo más conocido, bautizado como RADIX (Rapid Access Drill for Ice eXtraction).
Thomas Stocker, quien también participó en el proyecto de RADIX junto con Schwander, ha trabajado en la medición de las concentraciones de dióxido de carbono atrapado en las burbujas de aire de los testigos de hielo de 800.000 años de antigüedad.
Stocker desarrolló varios modelos climáticos para interpretar los datos obtenidos, y así poder comprender los cambios climáticos en una escala temporal muy larga que abarca varias edades del hielo.
De esta investigación sacó 3 conclusiones fundamentales. En primer lugar, que las concentraciones de dióxido de carbono son un 35% más altas que en los últimos 800.000 años. En segundo lugar, que el calentamiento global no tiene precedentes en, al menos, los últimos 2.000 años. Y tercero, que gracias a los testigos de hielo polar hemos podido saber que hubo cambios abruptos en el sistema climático que podrían volver a ocurrir en el futuro debido a las importantes alteraciones que el ser humano está infligiendo en el clima.
El investigador señala que un punto importante de estas conclusiones es que las mismas provienen de datos de la Antártida y de Groenlandia, lo que aporta un conocimiento único sobre la dinámica del sistema de la Tierra.
Los 5 galardonados consideran que existe una preocupante brecha entre la inequívoca evidencia científica acumulada sobre los potenciales impactos del actual cambio climático y las insuficientes medidas adoptadas hasta ahora por la comunidad internacional para afrontar este desafío, aunque creen que todavía existe margen para actuar y superar dicho desafío.
Finalizamos recordando que la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento reconoce con estos premios internacionales a aquellas contribuciones científicas de amplio impacto por su originalidad y significado teórico, así como por su capacidad para avanzar en la frontera de lo conocido.