El desarrollo sostenible se ha convertido en un objetivo central para sociedades y gobiernos alrededor del mundo, enfocado en equilibrar las necesidades económicas, sociales y medioambientales de las generaciones actuales y futuras y, en este contexto, la economía intangible emerge como una pieza clave para avanzar hacia esta anhelada sostenibilidad.
Este tipo de economía, centrada en activos que no son físicamente tangibles pero que tienen un valor incalculable, incluye aspectos como la investigación y desarrollo (I+D), el software, el capital humano específico de las empresas, el diseño, la publicidad, los estudios de mercado, la estructura organizativa, y otros activos inmateriales vinculados a la propiedad intelectual, como originales de obras recreativas, literarias o artísticas.
El potencial de los activos intangibles para contribuir al desarrollo sostenible radica en su capacidad de generar valor económico sin la dependencia de recursos naturales finitos, promover la cohesión social a través de la innovación y mejorar la eficiencia organizativa, todo mientras se reduce el impacto medioambiental.
A continuación, exploramos cómo cada uno de estos componentes de la economía intangible puede vincularse a las 3 vertientes de la sostenibilidad (económica, social y medioambiental).
La investigación y desarrollo (I+D) es un pilar fundamental en la creación de soluciones ecointeligentes para los desafíos medioambientales y sociales que enfrentamos.
A través de la I+D, las empresas pueden desarrollar tecnologías limpias, optimizar procesos de producción para reducir el desperdicio y las emisiones de carbono, y crear productos más sostenibles.
Por ejemplo, el desarrollo de energías renovables, como la solar o la eólica, es el resultado directo de inversiones sostenidas en I+D.
Además, la investigación en materiales sostenibles ha permitido la creación de productos que son más duraderos y reciclables, contribuyendo así a una economía circular que nos permite eliminar de nuestro vocabulario la palabra desperdicio.
El software, como otro componente crucial de la economía intangible, también juega un papel vital en la sostenibilidad, impulsando en la actualidad la automatización de procesos, lo que puede aumentar significativamente la eficiencia energética y reducir el consumo de recursos.
Los sistemas de gestión de energía basados en software, por ejemplo, permiten a las empresas y a los hogares monitorizar y optimizar su consumo energético en tiempo real, lo que reduce el impacto medioambiental.
Además, el software habilita la economía digital, que puede reducir la necesidad de transporte físico y almacenamiento, disminuyendo así las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) asociadas.
El capital humano específico de las organizaciones es otro activo intangible con un impacto profundo en la sostenibilidad social y económica.
Invertir en la formación y desarrollo de los empleados no sólo mejora la productividad, sino que también fomenta la inclusión social y el bienestar. Un equipo bien capacitado y comprometido está mejor preparado para implementar prácticas sostenibles y adaptarse a nuevas tecnologías que promuevan la ecoeficiencia y la responsabilidad medioambiental.
No podemos olvidar que la retención de talento mediante la mejora continua de habilidades específicas contribuye a la estabilidad económica de las comunidades y reduce la brecha de desigualdad, uno de los pilares de la sostenibilidad social.
El diseño, entendido como la capacidad de crear productos y servicios con un enfoque en la usabilidad, la funcionalidad y la estética, también puede tener un impacto positivo en la sostenibilidad.
Un buen diseño puede alargar la vida útil de los productos, facilitar su reparación y reciclaje, y reducir la necesidad de recursos para su producción.
Aún más, el diseño sostenible tiene en cuenta no sólo la eficiencia en el uso de materiales, sino también el impacto a lo largo del ciclo de vida del producto, desde su fabricación hasta su eliminación.
Por ejemplo, el diseño de envases reutilizables o biodegradables responde a una necesidad creciente de reducir la basura plástica, un problema crítico a nivel global.
La publicidad y los estudios de mercado, aunque tradicionalmente asociados al impulso del consumo, pueden también orientarse hacia la promoción de productos y prácticas sostenibles.
La publicidad tiene el poder de moldear comportamientos y actitudes, y cuando se utiliza para educar al público sobre la importancia de la sostenibilidad, puede fomentar un cambio hacia un consumo más consciente y un estilo de vida sostenible.
Los estudios de mercado, por su parte, permiten a las empresas comprender mejor las necesidades y preferencias de los consumidores en cuanto a productos sostenibles, lo que puede guiar el desarrollo de ofertas que satisfagan estas demandas sin comprometer los recursos futuros.
La estructura organizativa de una empresa, en tanto que forma parte de sus activos intangibles, es fundamental para la implementación de políticas de sostenibilidad.
Las organizaciones que adoptan estructuras ágiles y centradas en la sostenibilidad son más capaces de innovar y adaptarse a los cambios necesarios para reducir su huella ecológica y mejorar su impacto social.
Una estructura organizativa eficiente facilita la comunicación y la colaboración entre departamentos, lo que es esencial para coordinar esfuerzos en torno a la sostenibilidad.
Por ejemplo, una empresa con una estructura organizativa que favorece la ecoinnovación puede implementar rápidamente nuevas tecnologías de ahorro energético o desarrollar productos que respondan a los criterios de sostenibilidad exigidos por el mercado.
Finalmente, los activos inmateriales ligados a la propiedad intelectual, como las obras recreativas, literarias o artísticas, también pueden contribuir al desarrollo sostenible si se enfocan a la promoción de la conciencia y el cambio social, ya que las obras creativas tienen el poder de inspirar y educar, lo que es esencial para movilizar a la sociedad en torno a la sostenibilidad.
Por ejemplo, la literatura y el cine han sido herramientas poderosas para sensibilizar al público sobre temas medioambientales y sociales, desde la deforestación hasta el cambio climático y la justicia social.
La protección de estos activos a través de derechos de propiedad intelectual asegura que los creadores puedan seguir produciendo contenidos que contribuyan al bien común.
En resumen, la economía intangible no solamente es un motor de crecimiento económico, sino también un catalizador clave para el desarrollo sostenible, pues los activos intangibles permiten a las empresas y a las sociedades avanzar hacia una economía más equilibrada, donde el valor no depende de la explotación de recursos finitos, sino de la innovación, el conocimiento y la creatividad.
En un mundo donde los recursos naturales son cada vez más escasos y la conciencia social es más fuerte, el enfoque en la economía intangible proporciona una vía para lograr un desarrollo que sea, verdaderamente, sostenible en sus 3 vertientes.
Así, la integración de la economía intangible en las estrategias de sostenibilidad responde tanto a las demandas del presente como preparando el camino para un futuro más resiliente y equitativo, siendo esencial que organizaciones y gobiernos reconozcan el valor de estos activos intangibles y los utilicen para impulsar el desarrollo sostenible, garantizando que el crecimiento económico no sea a expensas del bienestar social y la integridad del medio ambiente.
De esta manera, el verdadero reto reside en lograr que estas contribuciones intangibles sean reconocidas y valoradas tanto como los recursos físicos, abriendo así nuevas oportunidades para un mundo más sostenible.
