El Análisis del Ciclo de Vida (ACV) es una herramienta fundamental en la transición hacia una economía circular, proporcionando una visión detallada del impacto ambiental de un producto o servicio a lo largo de su ciclo de vida completo.
Desde la extracción de materias primas hasta la disposición final, el Análisis del Ciclo de Vida (también conocido como Evaluación del Ciclo de Vida, ECV) permite cuantificar y analizar diversos impactos ambientales, como las emisiones de carbono, el uso de energía o la generación de residuos.
A pesar de sus beneficios, esta metodología presenta limitaciones que deben ser tenidas en cuenta para no llevar a conclusiones erróneas o simplistas, especialmente cuando se aplica en el contexto de la economía circular.
El objetivo principal del ACV es identificar y reducir los impactos ambientales asociados con productos o procesos, sin embargo, su utilidad depende en gran medida de la precisión de los datos disponibles y de las suposiciones empleadas.
Por ello, para que el ACV sea una herramienta eficaz en la economía circular, es esencial emplearla con cautela y complementarla con otras estrategias de evaluación y toma de decisiones.
Relacionado con sus limitaciones, aunque el ACV es una herramienta poderosa, no está exenta de cuestiones que pueden obstaculizar la búsqueda de soluciones sostenibles a largo plazo.
A continuación, se detallan algunas de las razones por las que es importante utilizarla de manera crítica, particularmente en el contexto de la economía circular.
1. Favorece beneficios a corto plazo sobre cambios sistémicos
Una de las principales críticas hacia el ACV es que tiende a favorecer soluciones que generan beneficios a corto plazo, a menudo en detrimento de cambios estructurales más profundos que serían más beneficiosos a largo plazo.
En el contexto de la economía circular, donde se busca transformar sistemas lineales en circulares, esto puede llevar a la selección de soluciones subóptimas.
Un ejemplo ilustrativo es el de los vehículos eléctricos (VE). En el pasado, las evaluaciones del ciclo de vida apuntaban a que era más efectivo mejorar la eficiencia de los vehículos a gasolina que desarrollar tecnología para los VE y fomentar el uso de energías renovables.
Esta recomendación, basada en las realidades del sistema actual, favorecía una solución rápida en lugar de impulsar la innovación tecnológica y la transición energética. Para avanzar hacia una economía circular, necesitamos promover cambios sistémicos que vayan más allá de las mejoras incrementales.
2. Ignora impactos difíciles de medir
El ACV se basa en la cuantificación de impactos medibles, como las emisiones de carbono o el consumo de energía.
Sin embargo, hay muchos aspectos del impacto ambiental que son difíciles de medir o no están bien comprendidos, y que, por lo tanto, no se incluyen adecuadamente en el análisis. Por ejemplo, la contaminación plástica en los ecosistemas o los efectos a largo plazo de los lixiviados de vertederos son impactos ambientales significativos que a menudo no se consideran en un ACV estándar.
Un ejemplo claro de esta limitación es la evaluación de los modelos de reutilización de envases de plástico frente a la disposición de plásticos de un solo uso en vertederos. Si bien desde una perspectiva de emisiones de carbono, los vertederos pueden considerarse una forma de almacenamiento de carbono, este enfoque ignora los daños a largo plazo causados por los microplásticos y otros contaminantes liberados en el medio ambiente.
3. Depende de las suposiciones y de lo que se decide medir
Una de las características fundamentales del ACV es que mide lo que se le pide que mida. Esto significa que cualquier aspecto del sistema que no se incluya dentro de los límites establecidos para el análisis quedará fuera de consideración.
Además, las suposiciones hechas durante el proceso pueden tener un gran impacto en los resultados finales. Diferentes estudios sobre el mismo tema pueden arrojar conclusiones muy distintas debido a las variaciones en los datos utilizados, las fuentes de información, los límites del sistema analizado y las suposiciones subyacentes.
Es fundamental que quienes realicen o interpreten un ACV consideren la fiabilidad de los datos y la relevancia de las suposiciones utilizadas. Por ejemplo, los datos sobre la disponibilidad y eficiencia de las tecnologías de reciclaje pueden variar significativamente entre diferentes regiones, lo que afecta el análisis y las conclusiones sobre el impacto de un producto.
Entonces, ¿cómo podemos utilizar el Análisis del Ciclo de Vida en la transición hacia una economía circular?
Para que el ACV sea útil en el contexto de la economía circular, es importante reconocer sus limitaciones y emplearla como una herramienta entre muchas, en lugar de considerarla una fuente única de verdad.
La economía circular requiere una transformación de los sistemas productivos y de consumo, lo que implica innovar hacia un modelo regenerativo y restaurador, pudiendo desempeñar el ACV un papel clave en este proceso si se usa adecuadamente.
1. Identificación de áreas de mejora
Uno de los usos más útiles del ACV en la economía circular es identificar los puntos críticos (hotspot) en el ciclo de vida de un producto donde se generan los mayores impactos ambientales.
Este análisis puede ayudar a priorizar las intervenciones, como el diseño sostenible de productos para reducir el uso de recursos o la introducción de materiales reciclables en las etapas más impactantes del ciclo de vida.
Por ejemplo, en la producción de productos electrónicos, el ACV puede destacar la extracción de minerales como una de las etapas más dañinas, lo que podría motivar el uso de materiales reciclados o la mejora de los procesos de reciclaje.
2. Evaluación frente a factores externos cambiantes
El ACV también puede ser utilizada para evaluar cómo factores externos que varían con el tiempo o entre geografías afectan el impacto ambiental de una solución.
Cambios en la combinación energética, avances en la infraestructura de reciclaje, o el despliegue de nuevas tecnologías son variables que pueden ser integradas en un análisis de ciclo de vida ajustando los parámetros de entrada.
En este sentido, el ACV puede ayudar a anticipar cómo las innovaciones o cambios en la regulación podrían impactar la sostenibilidad de una solución a largo plazo, algo clave para el desarrollo de modelos de negocio circulares.
3. Comparación de soluciones similares
El ACV es especialmente útil para comparar soluciones similares, donde la mayoría de las variables permanecen constantes. Por ejemplo, puede ayudar a determinar cuál es la mejor opción entre dos materiales de embalaje en términos de emisiones de carbono, siempre y cuando el modelo de negocio sea el mismo.
En el contexto de la economía circular, esta capacidad de comparación es crucial para elegir entre alternativas que pueden parecer similares, pero que tienen implicaciones muy distintas en términos de impactos ambientales.
4. Uso en etapas posteriores de innovación
El ACV es más efectiva cuando se tiene acceso a datos fiables y cuando hay menos incertidumbres en el sistema. Por esta razón, se recomienda realizar evaluaciones del ciclo de vida en etapas más avanzadas de un proceso de innovación, cuando el diseño y la estructura del sistema están más claros.
En fases iniciales de la innovación, donde aún hay muchas incógnitas sobre los flujos de materiales y recursos, los resultados del ACV pueden ser menos fiables y conducir a decisiones equivocadas.
La importancia del ACV en la economía circular
En la transición hacia una economía circular, el ACV juega un papel crucial, ya que permite cuantificar y comparar los impactos ambientales de diferentes productos y servicios a lo largo de todo su ciclo de vida.
Sin embargo, para que el ACV sea verdaderamente útil en este contexto, es esencial que se utilice de manera crítica, reconociendo sus limitaciones y complementándola con otras herramientas y enfoques.
La economía circular busca romper con el adictivo modelo lineal basado en fabricar-usar-tirar, promoviendo un sistema donde los materiales y productos se mantengan en uso durante el mayor tiempo posible, y donde los residuos se conviertan en recursos.
En este sentido, el ACV puede ayudar a identificar áreas clave de intervención, facilitar la innovación en productos y procesos, y asegurar que las decisiones se tomen con una visión holística y a largo plazo.
Además, al considerar el ciclo de vida completo de un producto, el ACV fomenta una visión más sistémica y a largo plazo, lo que es crucial para evitar soluciones que sólo optimicen partes del proceso sin generar un cambio real.
Por tanto, aunque no debe ser vista como la única herramienta para tomar decisiones en la economía circular, el ACV sigue siendo una pieza clave para diseñar sistemas más sostenibles y eficientes.