Desafiando al clima: por qué el futuro depende de las energías renovables

El calentamiento global y la transición hacia energías renovables son 2 de los desafíos más urgentes de nuestra era, ya que el aumento continuo de la temperatura global y la necesidad de un cambio hacia fuentes energéticas sostenibles requieren una acción decidida y coordinada a nivel mundial.

Nuestro clima está en riesgo y su futuro depende en gran medida de la transición energética y la implantación masiva de energías renovables

Si bien se han logrado avances en el desarrollo de tecnologías limpias, la velocidad de esta transición energética sigue siendo insuficiente para mitigar los impactos más graves del cambio climático.

El aumento de la temperatura global promedio está en el centro de las preocupaciones ambientales, pues si no se toman medidas drásticas, el mundo podría experimentar un aumento de 2,4°C en la temperatura promedio para finales del siglo, lo que superaría los objetivos del Acuerdo de París (COP21), que busca limitar el calentamiento a 1,5°C.

Este escenario conlleva consecuencias catastróficas: mayor frecuencia e intensidad de desastres naturales como incendios forestales, olas de calor, huracanes y tormentas, que afectarán desproporcionadamente a las comunidades más vulnerables.

Cada día está más claro que la inacción en este frente no sólo agravaría los efectos climáticos, sino que también incrementaría los costes económicos y sociales a medida que las naciones se vean obligadas a adaptarse a fenómenos meteorológicos cada vez más extremos.

Por otro lado, el despliegue de tecnologías limpias ha ganado un impulso significativo en los últimos años, siendo en particular la energía solar y la eólica las que están creciendo a un ritmo acelerado, alcanzado la inversión en energías renovables niveles sin precedentes.

Lo cierto es que se están añadiendo miles de gigavatios de nueva capacidad renovable cada año, lo que representa una tendencia alentadora para reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), aunque este crecimiento no es uniforme en todas las regiones del mundo, enfrentándose algunos países a importantes obstáculos económicos y estructurales que limitan el desarrollo de estas tecnologías.

China, por ejemplo, se ha posicionado como un líder en la adopción de energías renovables, con una proporción significativa de la nueva capacidad solar y eólica instalada a nivel global, lo que le está permitiendo una reducción considerable de su dependencia de los combustibles fósiles, convirtiéndose en un caso de estudio de cómo las grandes economías pueden transformar su matriz energética.

Sin embargo, en muchos países en desarrollo, el alto coste del capital y la falta de infraestructura adecuada están frenando el progreso hacia una adopción masiva de energías limpias, dificultando el cumplimiento de los objetivos climáticos.

El reto no es solo tecnológico, sino también económico, pues para que la transición hacia energías renovables sea efectiva, es necesaria una inversión significativa en infraestructura, especialmente en redes eléctricas y sistemas de almacenamiento de energía, y, aunque la generación de electricidad a partir de fuentes renovables está creciendo, la infraestructura eléctrica no siempre está preparadas para gestionar los problemas que surgen.

Actualmente, por cada dólar invertido en energías renovables, se invierten solo 60 centavos en la infraestructura de soporte, como las redes eléctricas y los sistemas de almacenamiento. Para garantizar una transición energética fluida y evitar interrupciones en el suministro eléctrico, será necesario equilibrar las inversiones entre la generación y la infraestructura de distribución y almacenamiento.

Además de la inversión en infraestructura, la energía nuclear también está resurgiendo como una opción de baja emisión de carbono, y algunos países están reconsiderando el papel de esta fuente de energía en sus estrategias energéticas debido a su capacidad para generar grandes cantidades de electricidad sin emisiones directas de gases de efecto invernadero (GEI).

Las energías renovables, junto a la potencia instalada de energía nuclear, pueden jugar un papel crucial en la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles y en la estabilización de la red eléctrica

A pesar de estos avances, el consumo global de energía sigue aumentando, impulsado principalmente por el crecimiento de las economías emergentes. Regiones como India, el sudeste asiático, el Medio Oriente y varias naciones africanas están viendo un aumento en la demanda de energía a medida que sus economías se expanden y sus poblaciones crecen.

Aunque este crecimiento plantea desafíos en términos de emisiones de carbono, también ofrece una oportunidad única para integrar tecnologías limpias en las economías emergentes y desarrollar sistemas energéticos más eficientes y sostenibles.

Un aspecto clave para lograr una transición exitosa hacia energías limpias es la electrificación de sectores clave como el transporte y la industria, siendo el caso de los vehículos eléctricos que, con mucho esfuerzo, están comenzando a desplazar a los vehículos equipados con motores de combustión interna en muchos países, representando un avance significativo hacia la tan necesaria reducción de las emisiones.

Sin embargo, este avance está condicionado por la disponibilidad de infraestructura de recarga y el acceso a vehículos eléctricos asequibles, y aunque en muchos países las políticas que promueven el uso de vehículos eléctricos ya están comenzando a tener un impacto positivo, aún se necesitan más inversiones y una mayor coordinación para acelerar la adopción de estas tecnologías a nivel global.

Otro desafío importante es la mejora de la eficiencia energética, habiendo demostrado tanto las políticas que promueven la eficiencia energética, como los estándares mínimos de rendimiento energético para electrodomésticos, vehículos y edificios, ser herramientas clave para reducir el consumo de energía. Sin embargo, aún queda mucho por hacer en este ámbito, especialmente en los países en desarrollo, donde la demanda de energía sigue creciendo rápidamente.

En términos de fuentes de energía, la electrificación de la economía global será clave para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, y a medida que la electricidad generada por fuentes limpias como la solar y la eólica aumente, es probable (y deseable) que disminuya la demanda de carbón, petróleo y gas natural.

Este cambio estructural no solamente ayudará a reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), sino que también puede hacer que los sistemas energéticos sean más ecoeficientes, ya que las tecnologías basadas en electricidad, como los vehículos eléctricos y las bombas de calor, son inherentemente más eficientes que las basadas en la quema de combustibles fósiles.

A pesar de los avances, la velocidad a la que se están desplegando las energías renovables y otras tecnologías limpias aún no es suficiente para cumplir con los objetivos climáticos globales, siendo cubierta la demanda mundial de energía en gran medida por los combustibles fósiles, por lo que las emisiones de carbono continúan aumentando en muchos sectores.

Para cambiar esta trayectoria, será necesario un compromiso político y financiero mucho mayor, especialmente en los países en desarrollo, donde las inversiones en energías limpias pueden tener un impacto significativo tanto en la reducción de emisiones como en la mejora del acceso a la energía.

En última instancia, la transición hacia un sistema energético más limpio y sostenible no es sólo una cuestión de tecnologías o inversiones, sino también de justicia social, siendo las naciones en desarrollo las más afectadas por el cambio climático y las menos responsables de las emisiones globales de carbono, necesitando un apoyo financiero y tecnológico considerable para poder llevar a cabo su propia transición energética.

Sin este apoyo, existe el riesgo de que las desigualdades globales se agraven aún más, ya que los países más ricos continúan beneficiándose de la innovación tecnológica mientras que los más pobres quedan rezagados.

En resumen, el desafío del cambio climático y la transición energética exige una acción urgente y coordinada, por lo que debemos tener claro que las decisiones que se tomen hoy tendrán repercusiones duraderas en el futuro del Planeta y en la calidad de vida de las generaciones venideras.

La transición hacia un sistema energético más limpio y sostenible es posible, pero requiere un compromiso global y una inversión sostenida en tecnologías limpias, infraestructura y justicia climática.

Si te interesa profundizar en este tema puedes acceder al informe de la International Energy Agency (EA) titulado World Energy Outlook 2024, y disponible en nuestro fondo documental ecointeligente.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

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