La inminente llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha generado preocupación en la comunidad internacional, especialmente en los sectores comprometidos con la sostenibilidad y las energías renovables.
Trump, conocido por su escepticismo respecto al cambio climático, ha calificado en múltiples ocasiones este fenómeno como un cuento chino y ha mostrado una clara preferencia por los combustibles fósiles sobre las fuentes de energía limpias, siendo esta postura la que nos lleva a muchos a temer que su retorno al poder va significar un retroceso en los esfuerzos globales para combatir el calentamiento global.
Una de las acciones más significativas que Trump podría emprender es la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París (COP21), pacto internacional firmado en 2015 por casi todos los países del mundo, y que tiene como objetivo principal limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales.
La salida de Estados Unidos, uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero (GEI), de este acuerdo tendría implicaciones profundas, no sólo implica un debilitamiento de los esfuerzos globales para combatir el cambio climático, sino que también podría provocar un efecto dominó en otros países.
Si Estados Unidos, con su peso económico y político, decide desvincularse de los compromisos adquiridos, podría incentivar a otras naciones a seguir su ejemplo o a relajar sus propias metas, lo que podría resultar en un aumento significativo de las emisiones globales, alejando al mundo de los objetivos establecidos para evitar las peores consecuencias del cambio climático.
Además, la salida del acuerdo podría afectar la cooperación internacional en materia de investigación y desarrollo de tecnologías limpias, viéndose mermados los proyectos conjuntos, el intercambio de conocimientos y las inversiones internacionales, ralentizándose el avance del desarrollo sostenible a nivel global.
También existe el riesgo de que se eliminen o reduzcan regulaciones ambientales dentro de Estados Unidos, lo que podría llevar a un aumento en la explotación de combustibles fósiles y a una mayor contaminación ambiental.
Sin embargo, a pesar de estos desafíos, existen razones para creer que la transición energética global no se detendrá en seco. En primer lugar, la economía juega un papel fundamental, y las energías renovables, como la solar y la eólica, han experimentado una disminución significativa en sus costes de producción en la última década, convirtiéndolas en opciones más competitivas y rentables en comparación con los combustibles fósiles, por lo que gran cantidad de empresas y estados dentro de Estados Unidos han reconocido este potencial económico e invierten recursos considerables en energías limpias.
La Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés), impulsada durante la administración de Joe Biden, ha beneficiado a numerosos estados, incluyendo aquellos con gobiernos republicanos. Estas inversiones han generado empleos y han contribuido al crecimiento económico local, por lo que revertir este progreso podría no ser políticamente viable, ya que tendría un impacto negativo en la economía y en el empleo.
Otro punto controvertido es el papel que va a tener Elon Musk y sus empresas en este escenario. Musk, a través de Tesla y otras compañías, ha ejercido un impulso importante en todo lo relativo a la electromovilidad y al almacenamiento de energía.
A pesar de las aparentes diferencias de opiniones sobre el cambio climático, Musk ha mostrado apoyo hacia Trump en ciertos aspectos, aunque es evidente que sus negocios están alineados con la transición hacia energías limpias.
Tesla, líder mundial en la fabricación de vehículos eléctricos, ha revolucionado la industria automotriz al demostrar que los vehículos eléctricos pueden ser atractivos, eficientes y rentables. Además, la empresa ha invertido en el desarrollo de baterías de alta capacidad y sistemas avanzados de recarga, fundamentales para integrar las energías renovables en la red eléctrica.
El potencial apoyo de Trump a las empresas de Musk podría tener efectos positivos en el avance de la electromovilidad y el almacenamiento de energía, y, si bien Trump ha expresado su apoyo a los combustibles fósiles (Drill, baby, drill), también ha mostrado interés en impulsar la economía y la innovación tecnológica.
Es posible que, bajo su administración, se implementen políticas que beneficien indirectamente a las energías limpias a través del apoyo a la industria manufacturera y a la creación de empleos en el sector tecnológico.
Durante el primer mandato de Trump, la inversión en energías limpias en Estados Unidos comenzó a superar a la realizada en combustibles fósiles, y, según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), se espera que la inversión en energía limpia en Estados Unidos supere los 300.000 millones de dólares en 2024, superando con creces la inversión en petróleo, gas y carbón, siendo impulsado este crecimiento por factores económicos y por la demanda creciente de energías sostenibles.
La transición hacia energías renovables es un fenómeno global impulsado tanto por las preocupaciones ambientales, como también por consideraciones económicas. Países como China, la Unión Europea y Japón están invirtiendo masivamente en tecnologías limpias, conscientes de que representan el futuro de la energía y una oportunidad para liderar mercados emergentes, y, si Estados Unidos decide retirarse o reducir su participación en este ámbito, podría perder terreno de forma definitiva frente a otros países que están avanzando rápidamente.
La posible retirada de Estados Unidos de la energía limpia podría generar hasta 80.000 millones de dólares en nuevas oportunidades de cadena de suministro para otros mercados, según el Net Zero Industrial Policy Lab de la Universidad Johns Hopkins, pudiéndose enfrentar las empresas estadounidenses a pérdidas de hasta 50.000 millones de dólares en ingresos por exportaciones, lo que subraya el riesgo económico de abandonar el liderazgo en tecnologías climáticas.
Además, la ausencia de Estados Unidos en el liderazgo climático podría permitir que otros países, como China, ocupen ese espacio, que ya es el mayor productor de paneles solares, baterías de litio y vehículos eléctricos, y su posición en el centro de la escena internacional podría fortalecerse aún más si Estados Unidos reduce su compromiso con la transición energética.
El liderazgo sin oposición de China tendría implicaciones económicas y geopolíticas, al alterar el equilibrio de poder en la innovación y el comercio de tecnologías limpias
A pesar de los posibles retrocesos a nivel federal, es importante destacar que muchos estados y ciudades dentro de Estados Unidos han establecido objetivos y políticas propias en materia de energías renovables y reducción de emisiones, como es el caso de California y Nueva York que han implementado legislaciones ambiciosas para promover la energía limpia y combatir el cambio climático, pudiendo continuar impulsando estas iniciativas locales el progreso, independientemente de las decisiones tomadas a nivel nacional.
Asimismo, las empresas privadas juegan un papel crucial y muchas corporaciones han adoptado políticas y han invertido en sostenibilidad, no sólo por responsabilidad social, sino también porque reconocen los beneficios económicos y de reputación asociados.
La presión de los consumidores y los inversionistas por prácticas más sostenibles es una fuerza que difícilmente puede ser ignorada
En el ámbito internacional, la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París también podría debilitar la cooperación global, pero también podría motivar a otros países a reafirmar su compromiso. Durante la primera retirada de Estados Unidos del acuerdo bajo la administración Trump, se observó que otros países fortalecieron sus propias políticas climáticas en respuesta, siendo ejemplo de ello la Unión Europea y su Pacto Verde Europeo, que establece metas más ambiciosas para alcanzar la neutralidad climática.
Es esencial reconocer que el cambio climático es un desafío global que requiere acciones colectivas, habiendo demostrado la ciencia de manera contundente la urgencia de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para evitar consecuencias catastróficas.
Es fácil percatarse que los eventos climáticos extremos, como sequías, inundaciones y tormentas intensas, están aumentando en frecuencia e intensidad, afectando a millones de personas en todo el mundo.
En este contexto, la economía verde no solamente es una opción ambientalmente responsable, sino también una estrategia económica sólida, ya que la inversión en sostenibilidad genera empleos, impulsa la innovación y promueve, por ejemplo, la independencia energética.
Los países que lideren esta transición sostenible estarán mejor posicionados para enfrentar los desafíos del siglo XXI y aprovechar las oportunidades que surjan
En conclusión, aunque la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos presenta desafíos significativos para la sostenibilidad y las energías renovables, no necesariamente significará el fin de la transición energética.
Factores económicos, compromisos locales y el impulso de empresas como las de Elon Musk continuarán desempeñando un papel crucial en el avance hacia un futuro más sostenible.
La comunidad internacional, los gobiernos locales, las empresas y los ciudadanos tienen la responsabilidad compartida de mantener el impulso y trabajar juntos para abordar el cambio climático, independientemente de los obstáculos políticos que puedan surgir.
Y a ti, ¿te preocupa el regreso del hombre que vendió el mundo?