Baterías de estado sólido: un gran salto hacia la adopción masiva de la electromovilidad (2)

El vehículo eléctrico enfrenta desde sus inicios la barrera de sus baterías, que históricamente han mostrado autonomía limitada, tiempos de recarga prolongados y una degradación acelerada a lo largo de los años.

Aunque la mayoría de modelos disponibles en la actualidad emplean baterías de iones de litio con electrolitos líquidos y han ofrecido soluciones confiables, el sector no ha dejado de buscar métodos para mejorar la densidad de energía, la velocidad de recarga y la fiabilidad.

Toyota, que en su día lideró la electrificación con el popular Prius, se rezagó frente a otras marcas más rápidas en lanzar vehículos 100% eléctricos. Sin embargo, ha sorprendido al anunciar que trabaja en una batería de estado sólido capaz de alcanzar hasta 1.200 kilómetros de autonomía, recargarse en 10 minutos y doblar la densidad energética de las baterías convencionales.

La clave de esta innovación radica en el uso de un electrolito sólido, en lugar de líquido o gel, para mejorar la seguridad, la capacidad de almacenamiento y reducir el peso de la batería. , prometiendo también este diseño una menor degradación con el paso de los ciclos de carga, lo que incrementará su vida útil. Aun así, el reto principal se centra en producir estas baterías de manera masiva y a un coste asumible para el público general.

De lograrlo, no sólo se dará respuesta a los temores de los consumidores sobre limitaciones de autonomía y tiempos de carga, sino que también se facilitará la expansión de la infraestructura de recarga y se afianzará la sostenibilidad de la electromovilidad.

Así, el futuro de la batería de estado sólido depende, en gran medida, de la competencia, lo que va a acelerar su desarrollo. Empresas como Samsung SDI, QuantumScape, Solid Power o incluso Tesla investigan sus propias versiones de baterías avanzadas.

Muchos fabricantes buscan reducir costes y perfeccionar procesos para conseguir que este tipo de celdas lleguen lo antes posible a los coches de producción, por lo que la velocidad con que el mercado adopte estas nuevas baterías dependerá en gran medida del éxito en la disminución de los precios y de la capacidad de producirlas a la escala necesaria.

En este sentido, Toyota, gracias a su inmenso músculo industrial y a la experiencia acumulada en sistemas híbridos, podría adelantarse de forma significativa si consigue trasladar con rapidez los prototipos a la cadena de montaje.

Esa transición marcaría un antes y un después en la competencia con marcas que dominan la electromovilidad actual, como Tesla, que ha desarrollado sus propias baterías de alto rendimiento y se apoya en métodos de fabricación altamente escalables.

En el plano comercial, es probable que las primeras unidades con baterías de estado sólido aparezcan en vehículos de alta gama o modelos de producción limitada, donde el precio elevado no sea un inconveniente tan fuerte para el cliente.

Una vez que la tecnología se perfeccione y se abaraten los costes, es presumible que se traslade a gamas más asequibles, con la consecuente democratización de la electromovilidad.

La historia de las baterías de iones de litio demuestra que, al principio, se utilizan en segmentos premium, pero terminan por popularizarse cuando las economías de escala y la innovación industrial reducen el precio de fabricación.

De esta manera, se espera un proceso parecido con las baterías de estado sólido, aunque la velocidad de adopción podría ser mayor por el sólido aprendizaje que ya posee la industria automotriz sobre la gestión de sistemas eléctricos.

Respecto a las fechas de disponibilidad, los anuncios oficiales de Toyota apuntan a que las primeras versiones comerciales de sus baterías de estado sólido podrían llegar al mercado en el intervalo 2025 – 2027.

Otras marcas también han insinuado que planean implementar tecnologías parecidas en la segunda mitad de la presente década, aunque sin comprometer plazos específicos.

Nissan, BMW y Volkswagen han presentado prototipos y proyectos de investigación, y compañías como QuantumScape, que colabora estrechamente con Volkswagen, han comunicado avances en su estrategia de producción.

Aun así, la mayoría de analistas considera que estas baterías tardarán varios años más en extenderse a la gran mayoría de modelos, siendo la prioridad la búsqueda de fiabilidad y el abaratamiento de costes, por lo que es posible que el grueso de conductores no disfrute de esta innovación de manera generalizada hasta la próxima década.

Es muy probable que la adopción de este tipo de baterías avanzadas impacte de forma notable en el precio de los coches eléctricos, estimándose en un principio que el coste de fabricación será superior, lo que se reflejará en un mayor precio de venta al público.

Sin embargo, el incremento de producción y la evolución de la tecnología deberían abaratar los procesos industriales, por lo que algunos expertos pronostican que, al cabo de varios años, el precio de estas baterías podría igualar o incluso ser inferior al de las de iones de litio, debido a su mayor durabilidad y la reducción de incidencias.

Bajo este escenario, el encarecimiento inicial se vería compensado por una mejor calidad, una mayor vida útil de la batería y menores costes de mantenimiento, siendo muy posible que, cuando la tecnología se desarrolle, los usuarios paguen una prima al adquirir el vehículo, pero terminen ahorrando a largo plazo por la prolongada resistencia de las celdas y la menor necesidad de reemplazo.

La posibilidad de recorrer más de 1000 kilómetros con una sola carga y recargar el coche en 10 minutos encierra un mensaje poderoso, ya que habremos logrado que conducir un vehículo eléctrico sea una experiencia superior a la de conducir un modelo tradicional.

Este paso adelante en el almacenamiento energético cambiará la forma en que el público percibe la electromovilidad, ya que añadirá flexibilidad y reducirá la ansiedad ligada a la autonomía o a la falta de infraestructuras de carga.

Sin embargo, las marcas deberán acompañar esta evolución con redes de recarga capaces de gestionar la potencia necesaria para cargas ultrarrápidas, ya que, aunque la batería puede aceptar recargas fulgurantes, la infraestructura también necesita la capacidad de suministrar esa energía sin provocar caídas de la red o costos excesivos en términos de demanda eléctrica.

Con la sinergia adecuada entre fabricantes de coches, empresas energéticas y administraciones públicas, como has podido comprobar, el escenario para la movilidad eléctrica se presenta mucho más alentador que hace solo un par de años.

Ricardo Estévez

Mi verbo favorito es avanzar. Referente en usos innovadores de TIC + Marketing. Bulldozer sostenible y fundador de ecointeligencia

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